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Mon Laferte: Entra al Cabaret

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Por Carlos Mora


Mon Laferte aparece en escena como una explosión contenida. Ojos delineados, bob pelirrojo, labios encendidos, vestida con brillos y vulnerabilidad. En su debut como actriz teatral en Cabaret, la artista chileno-mexicana se lanza al abismo de la interpretación dramática como Sally Bowles, personaje que habita el corazón decadente del Berlín de los años treinta. Y lo hace sin pretensiones, sin protegerse, sin red. “Nunca he hecho teatro. Se me olvidan los textos, no sé bailar bien, pero estoy aquí. Estoy aprendiendo”, confiesa con la honestidad frontal que la ha convertido en una de las voces más intensas de la música latinoamericana.


La puesta en escena, dirigida por Mauricio García Lozano, no es un montaje cualquiera: es una temporada breve de veinte funciones en el Teatro de los Insurgentes, uno de los escenarios más emblemáticos de la Ciudad de México. Allí, entre luces tenues, cuerpos al límite y música envolvente, Mon no solo canta; encarna. Y no a cualquier personaje. Sally Bowles es un mito del teatro musical, una mujer compleja, contradictoria, cuya fragilidad es también su poder. “Me parezco mucho a ella, sobre todo a la Sally joven, la que sueña con ser una estrella y no es comprendida por nadie”, dice Mon, sin miedo a desnudarse emocionalmente. “Yo también dormí en lugares muy podridos, sin un peso, pero con una seguridad total en lo que hago”.


En esta versión de Cabaret, que ha tenido otras intérpretes memorables en México —como Itatí Cantoral o Lisset—, Mon no solo aporta su voz poderosa, sino una carga emocional que viene de su propia historia. La maternidad reciente, la disciplina de los ensayos, la lucha interna entre el control y el abandono de sí misma en manos de otros creadores, forman parte de la experiencia. 


“Estoy enferma, con tos, sin dormir. Mi hijo me despierta a las seis, ensayo, voy al estudio, regreso a casa. Pero estoy feliz. Este proyecto me está transformando”, reveló entre risas y lágrimas. Lo dice sin drama, como quien sabe que está cruzando un umbral.


El reto ha sido múltiple: trabajar con su acento chileno, memorizar diálogos, dejar de lado su liderazgo como cantante y confiar en un equipo escénico. “Siempre he sido la jefa en mi proyecto, ahora tengo que obedecer. Me cuesta, pero me gusta. Me hace bien soltar”. Lo que más le fascina de la obra, confiesa, es su fuerza política: el trasfondo de violencia, represión, deseo y resistencia que late en cada escena. “Cabaret tiene un peso político muy fuerte, pero está envuelto en este mundo sensual, erótico, de luces y música. Esa combinación me encanta”, afirma.


El público que acuda al Insurgentes no verá solo una función teatral. Verá a una artista poniéndose en juego, asumiendo con valentía la fragilidad de ser otra. Verá a Mon Laferte no interpretando, sino habitando a Sally Bowles. Con errores, con aciertos, con emoción pura. Verla es presenciar una transición íntima y poderosa: la de una mujer que se anima a reinventarse frente a todos.


“La música me sana. El escenario también”. Quizá por eso esta Sally suya no es una copia de otras. Es una Sally herida, empoderada, luminosa. Es Mon. Y también es todas las que fuimos alguna vez. #teatro #cabaret

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