Malinche: el sueño escénico de Nacho Cano
- cameorevista
- hace 18 horas
- 3 Min. de lectura

Por Carlos Aguillón
Fotos Carlos Mora
En una noche cargada de simbolismo, luces, historia y música, el Frontón México se convirtió en un puente entre el pasado y el presente. En el centro: Malintzin, la mujer que cambió el rumbo de un continente. Y detrás del telón, el sueño de Nacho Cano hecho realidad.
“Durante sueños, Quetzalcóatl, Malinche y Hernán me hablaron. Me pidieron contar su historia”, dijo Nacho Cano al finalizar una función especial de Malinche, su musical de gran formato que busca reescribir desde el escenario el papel de una de las figuras más controvertidas —y fascinantes— de la historia de México.
Malinche no es un musical cualquiera. Es un proyecto que ha madurado durante años en la mente y corazón de Nacho Cano, exintegrante de Mecano, y que ahora ve la luz como una de las producciones escénicas más ambiciosas de los últimos años entre España y México.
La obra combina una mezcla vibrante de música en vivo, danza contemporánea, flamenco y visuales de gran formato. Cada elemento está pensado para reflejar el mestizaje cultural que nació con la conquista, sin caer en juicios simplistas. “Aquí no hay héroes ni villanos. Hay seres humanos”, enfatiza Cano. En escena, eso se traduce en coreografías que abrazan tanto la estética prehispánica como la modernidad urbana, con transiciones musicales que van del pop al rock, del flamenco a los cantos indígenas, en una propuesta sonora atrevida y emotiva.
Uno de los grandes méritos del proyecto es el programa de formación que impulsó a 17 jóvenes mexicanos, seleccionados por talento, quienes fueron becados para formarse en España durante nueve meses. Muchos de ellos, sin experiencia profesional previa, hoy son protagonistas del elenco principal. La energía que aportan en escena, su disciplina y el compromiso con el relato, dotan al espectáculo de una autenticidad difícil de imitar.
“No es solo un musical; es una declaración de amor a la historia compartida entre México y España”, explica Cano. Y eso se percibe en cada gesto, cada nota, cada luz. El diseño de escenografía e iluminación está al nivel de los grandes musicales internacionales, con una pantalla de gran formato que enmarca la acción y multiplica los sentidos.
En el centro de todo está ella: Malinche. Llamada también Malintzin o Doña Marina, fue intérprete, consejera y figura política clave en el proceso de conquista. Durante siglos, su figura ha sido tratada con desdén, acusada de traición o borrada de los relatos oficiales. Este musical, sin embargo, la coloca en el lugar que merece: el de una mujer compleja, valiente, clave en la fundación del México mestizo.
“Malinche ha sido malinterpretada. Fue una mujer que supo sobrevivir, negociar, traducir. Fue el puente entre dos culturas en colisión. Fue indispensable para ambos lados”, señala Cano. Su interpretación en escena es poderosa, con momentos coreográficos cargados de simbolismo y dramatismo. La escena del encuentro entre Cortés y Moctezuma, traducida por ella, se convierte en uno de los momentos más impactantes de la función.
Más allá de la historia, Malinche es un espectáculo visual y sonoro. La música compuesta por Nacho Cano alterna entre lo épico y lo íntimo, acompañada por una puesta en escena que nunca deja de sorprender. Las coreografías de danza contemporánea se entrelazan con cuadros flamencos que recuerdan el origen español del creador, mientras los ritmos indígenas aportan profundidad y resonancia cultural.
La producción no escatima en recursos: hay pantallas LED, escenografía móvil, proyecciones digitales y un uso del espacio escénico que envuelve al público. Pero nada de esto sería suficiente sin el alma que le da sentido: la emoción de un relato que, por fin, deja de ser blanco o negro para mostrarse en todos sus matices.
Malinche continúa con funciones los fines de semana, por tiempo limitado, en el Frontón México.
Comentarios