top of page

Una mujer contra el olvido, así es "No nos moverán"

ree

Por Carlos Mora


Una mujer vive atrapada en el pasado. No puede —ni quiere— soltarse de él. A través de su mirada en blanco y negro, persiste un deseo: vengar la muerte de su hermano, ocurrida durante la masacre del 2 de octubre de 1968. Así arranca No nos moverán, la conmovedora y afilada ópera prima de Pierre Saint-Martin Castellanos, una película que retrata la lucha íntima con la memoria, el trauma histórico y el amor filial con un equilibrio que rara vez se alcanza: entre la risa y el dolor.


Filmada en blanco y negro —decisión estética cargada de sentido y emoción—, la película no busca ilustrar los hechos del 68 como una lección de historia, sino más bien explorar sus consecuencias íntimas, emocionales y familiares desde el tiempo presente. La protagonista, interpretada con una entrañable mezcla de fuerza y vulnerabilidad por la maestra Luisa Huertas, es una mujer mayor que se niega a olvidar. Su obsesión se convierte en motor narrativo, en excusa para cuestionar cómo los traumas colectivos se encarnan en lo personal.


“Siempre sentí que esta historia era para los mexicanos. Hay algo muy nuestro en ella, no solo por el contexto histórico, sino por el tono, por los personajes, por el tipo de humor”, cuenta Pierre Saint-Martin, quien además de dirigir, escribió el guion inspirado en su propia madre. “La película es profundamente autobiográfica. Hay elementos reales, recuerdos, fotos familiares... Por eso me importa tanto que conecte con la gente”.


Y ha conectado. Desde su estreno en el Festival de Guadalajara en 2024, No nos moverán ha recorrido muestras, funciones especiales, festivales y encuentros que confirmaron lo que su equipo intuía: una película que combina sensibilidad, humor y crítica puede tocar fibras muy profundas sin perder cercanía ni accesibilidad. “Es una película hecha para todos. No solo para los cinéfilos. La puede ver quien apenas va al cine de vez en cuando y encontrar algo que le conmueva o le divierta”, dice el director.


El recorrido del filme ha sido largo. Después del festival, siguió un intenso circuito de proyecciones, funciones especiales y encuentros con públicos diversos. La gente se ha reído, ha llorado y —lo más importante para Saint-Martin—, ha recordado. Porque eso es lo que pretende su película: hacer memoria desde lo humano, no desde la solemnidad. “El humor era fundamental. Creo que nos permite atravesar emociones muy difíciles y, al mismo tiempo, abrir espacio para la ternura. Para el cariño. Para la vida que sigue, incluso después del duelo”.


Uno de los aciertos más elogiados del filme es su manera de entrelazar tiempos. Sin necesidad de efectos ni estructuras rebuscadas, la película va y viene del pasado al presente con naturalidad, como lo hace la memoria misma. “Yo quería que se sintiera ese vaivén. Que estuviéramos con ella, la protagonista, en ese estado mental donde el pasado no se ha ido. Y de ahí el blanco y negro. El blanco y negro no fue una decisión estética arbitraria: es la textura del recuerdo. Para ella, todo sigue ocurriendo en ese ayer detenido”.

Esa mujer del ayer, que en otros relatos podría ser marginal o invisible, aquí es el centro. La historia no gira en torno a jóvenes revolucionarios, sino a quienes les sobreviven. “Me interesa muchísimo hablar de los adultos mayores en el cine. De las personas en sus últimos días. ¿Qué hacen con sus pendientes, sus duelos, sus deseos inconclusos? Me parece una zona dramática riquísima. Lo que hacen o no hacen ahora… ya es lo último. Y eso tiene un peso que me fascina explorar”.


Además de Luisa Huertas, No nos moverán cuenta con Juan Carlos Colombo, en un diálogo generacional que también aparece fuera de cuadro: “Los jóvenes se han conectado muchísimo con la película, lo cual me sorprendió. No es que el 68 les sea ajeno, sino que creo que están ávidos de relatos sobre su país que vayan más allá del presente inmediato. Y también están abiertos a nuevas formas de narrar”.


Esa búsqueda narrativa es evidente: No nos moverán no cae en la trampa del panfleto. Habla del 68, sí, pero también habla del duelo, del tiempo, del cuerpo como archivo vivo, de los lazos entre hermanos, del deseo de justicia, del enojo que envejece con nosotros. Y lo hace con ligereza, sin frivolidad.


“Muchos retratos del 68 se centran en lo épico. En la lucha frontal. Yo quise ir hacia lo humano. Quise mostrar las grietas, las heridas que no se cerraron, las conversaciones pendientes entre generaciones. Y también hablar con cariño de quienes vivieron esa época. Rendirles homenaje. No desde el juicio, sino desde el afecto”.


Ese afecto se siente. En las imágenes, en los silencios, en los pequeños gestos. Y sobre todo, en ese final donde las fotografías reales de la familia del director se funden con la ficción.


“Ha sido un viaje muy bonito. Yo ya había escrito y editado películas, pero esta es mi primera vez como director. Y ha sido un regalo. Conectar con tantas personas a través de una historia tan íntima me hace sentir profundamente agradecido”. #cine #nonosmoveran #mexico68

Comentarios


bottom of page