Alejandra Guzmán: “Qué suerte ser mexicana y libre para trabajar”
- Carlitos Aguillón
- 7 jul
- 2 Min. de lectura

La reina del rock mexicano volvió a encender la Arena Ciudad de México con un espectáculo vibrante, emocional y profundamente personal. En su Brilla Tour, Alejandra Guzmán no solo ofreció un show de alto voltaje: abrió su corazón en una noche donde honró a sus padres, evocó a su hija, y reafirmó su lugar como ícono de la música latina.
La velada comenzó con potencia: un auto irrumpió en escena mientras sonaban los acordes de “La plaga”, seguido por “Luz de luna” y una ráfaga de energía que marcó el ritmo desde el primer segundo. La puesta en escena fue deslumbrante: dos niveles, plataformas móviles, luces robóticas y visuales envolventes crearon una atmósfera poderosa, aunque lo más impactante vino desde el alma de Alejandra, no desde las máquinas.
Aunque la Arena no se llenó por completo, la energía fue total. Cada canción —desde “Volverte amar” hasta la inédita “No se vale llorar”— fue coreada con fuerza por un público que no dejó de ovacionarla. Pero el momento más íntimo y conmovedor llegó cuando Alejandra bajó del escenario para saludar a su padre, Enrique Guzmán, quien la veía desde primera fila. Frente a todos, le dio un beso en la boca. Un gesto que encendió reacciones, pero sobre todo, confirmó la reconciliación y el amor profundo entre ambos.
“Gracias por alumbrar mi camino y gracias por tantos años”, dijo, visiblemente emocionada.
Una Guzmán en carne viva
Minutos después, al dedicar “Yo te esperaba” a su hija Frida Sofía, el concierto tomó un tono más vulnerable. “Mi mamá me enseñó a amar el escenario, aunque una esté enferma… porque el show debe continuar”, expresó entre lágrimas al recordar a Silvia Pinal, fallecida en noviembre de 2024. Fue entonces que interpretó “Rosas rojas”, en un homenaje sincero, lleno de nostalgia y gratitud.
La noche siguió con energía. Alejandra ondeó una bandera LGBT+ y encendió al público con “Día de suerte”, “Diablo”, “Libre” y “Grito en la noche”. Entre bailes, guitarras y gritos, soltó una de sus frases más potentes:
“Estamos solteros y vivos. Eso es lo importante. Uno tiene que ser el mal ejemplo… lo que dicen los reporteros… pero recuerden: mala hierba nunca muere”.
El momento acústico llegó con “Llama por favor”, donde se acompañó con un pandero. Luego, emergió desde un diamante gigante para interpretar “Mi peor error”, mientras las luces bajaban y la pantalla se abría como si mostrara su alma.
Cuando parecía que la noche había terminado, Alejandra regresó para cerrar con broche de oro: “Hacer el amor con otro”. Aunque olvidó el micrófono y bromeó con el público —“¿Cómo voy a cantar si se me olvidó el micro?”—, lo que nunca perdió fue el control de la escena, ni el amor de sus fans.
A sus 57 años, Alejandra Guzmán sigue siendo una fuerza imparable. Libre, intensa, imperfecta y luminosa. Y como dijo al final, con la sonrisa intacta: “Qué suerte ser mexicana, ser feliz… y ser libre hasta para trabajar”.
Comentarios